¡Y VA DE SEÑALES!


¡Hola de nuevo a todos!
Sé que muchos de vosotros habéis estado esperando pacientemente a que siguiera publicando mis entradas semanales, como estuve haciendo durante el año pasado. Y os agradezco el interés que habéis mostrado, pero... es que ¡la vida no me da para más!
Estoy bastante centrada y concentrada en terminar mi segundo libro al que estoy dedicando todo mi tiempo libre, con la única y honorable intención de seguir haciéndoos pasar momentos divertidos.
Así que, se me ha ocurrido enviaros un pequeño avance que espero sea de vuestro agrado.
Como siempre... muchísimas gracias por seguir ahí.
 Había llegado el día de la cita. Ansiedad, nervios, desasosiego, angustia, preocupación… Y todo por ser un bocazas. “O por las señales” ¡¿Quién me mandaría a mí meterme donde no me llaman?!

“Tampoco era el fin del mundo. Tenías que haber intentado relajarte, actuar con normalidad y no montar un numerito” ¡Qué fácil es decirlo! Pero no podía dejar de pensar en cómo sería ella, si tendríamos cosas en común, si me sentiría a gusto... ¿y si no me gustaba? ¿y si me gustaba mucho? ¿y si me enamoraba? Podríamos acabar teniendo una relación o… quien sabe… incluso llegando más lejos… “Sí, hasta la calle de enfrente, por lo menos. ¡Sólo era una cita! Debías disfrutarla sin pensar más allá de la conversación, el menú o las miradas”. Si lo sé. Sé que tienes razón, pero llevaba tanto tiempo encapsulado, dando otras prioridades a mi vida, que sentía como si hubiese pasado un siglo desde la primera vez que intenté ligar con alguien. Tenía miedo de no volver a encontrar a nadie con quien compartir mi vida, miedo de que no me quisiesen… incluso dudaba de mis habilidades para amar. Por eso estaba tan nervioso.
Miré el reloj: eran las siete y media de la tarde. “Otra señal”. ¿Por qué? “Porque si fuesen las ocho, estarías llegando tarde”. Sin comentarios

En fin, habíamos quedado a las OCHO y yo ya estaba totalmente arreglado. ¿Le gustaría cómo iba vestido? ¿No sería demasiado informal?  “Creo que sólo debías concentrarte en conocer a la otra persona, disfrutar el momento y no preocuparte tanto por impactarle con tu aspecto”. Sí, sí; lo que tú digas; pero ¿iba bien? “Ibas estupendo”. Gracias.
Encontré un sitio para aparcar el coche justo en la puerta de la cafetería. “¡Qué suerte! ¿no?”. Hombre, tratándose de un Smart, tampoco se puede decir que tenga muchos problemas de aparcamiento habitualmente, aunque creo que tendría que haber cogido el coche de mi madre. Quizás no le gustasen los coches pequeños… “Tú no tienes un coche pequeño. Tienes un reloj suizo. ¡Cómo te gusta hacer daño!
Entré en la cafetería y me dirigí sin pensar hacia la mesa que se encontraba más alejada de la entrada, pero con total visibilidad de la puerta. De pronto, como si hubiese salido de la nada, noté un aliento en mi nuca que me asustó y en milésimas de segundo sentí cómo todo mi vello se erizaba. Aguanté la respiración al tiempo que escuchaba una voz casi sepulcral:
-¿Qué quieres tomar?
Giré lentamente sobre mis talones y me encontré frente a frente con un chico de unos diecisiete años, con la cara llena de granos y un aspecto fantasmal. De ahí le vendría la voz”. Tú ríete, pero yo me sigo preguntando cómo un individuo con menos sangre que la analítica de Nefertiti podía haber llegado tan rápido desde donde estuviese (que tenía que ser lejos, porque yo no le había visto) hasta donde yo estaba.
-¿Me pones una cerveza, por favor?-respondí, soltando aliviado todo el aire de mis pulmones y pensando: “¡¿Será tonto?! ¡El susto que me ha pegado el niñato de las narices!”
-Si te empeñas…-contestó dándose la vuelta.
Me quedé mirándole mientras caminaba parsimoniosamente arrastrando los pies. Sigo sin entenderlo.
Había llegado quince minutos antes de la hora (como siempre hago) y eso me molestó muchísimo. ¡¿Qué importa lo pronto que llegue si nadie se entera?!  Pero no puedo evitarlo. Soy incapaz de generar ninguna expectativa porque nunca llego tarde. Encima, en la cafetería no había nadie. Por no haber, no veía ya ni al joven camarero. “Otra señal… ¿qué podría significar?”. ¿Que estaba debajo del mostrador, por ejemplo? “Podría ser, pero yo creo que significaba que estabas solo. Pero no solo en el bar, sino solo en tu vida. Piénsalo”. ¡Pues claro que pensé, pero no en eso! Pensé en la sirenita. Pensé en que es una mujer estupenda. En que nadie me conoce mejor que ella. Me entiende y yo la entiendo. Nuestra complicidad es nuestra forma de amistad. Vale que hay diferencias entre nosotros, gustos incompatibles e intereses muy opuestos, pero con ella no necesito fingir ser alguien que no soy. Pensé en todo lo que habíamos compartido. En el día del lago. Si no fuese porque sé perfectamente que cuando me abraza lo hace sin buscar acostarse conmigo, que cuando me mira es porque le gusta que nos vean juntos o que cuando me escucha lo hace sólo porque le encanta pasar su tiempo conmigo… diría que podríamos haber intentado ser una pareja… ¡Pero que no! Que ella es mi amiga. Ya, pero cuando os conocisteis, tú…” Sí. Vale. Tuve… una erección, pero eso no es una muestra inequívoca y evidente de que me atraiga sexualmente. Sólo fue el resultado de sumar su… “todo” a mi tiempo de abstinencia.
Y ahora estaba ahí. Con todo ese lío. ¡Y con lo que a mí me cuesta iniciar cualquier tipo de relación social!
El chico fantasma se acercó sin hacer ningún ruido provocando un atracón de colapso a mi humilde y esperanzada caja bombeadora de sangre… “¿No podrías haber dicho sencillamente que te dio otro susto?” … y dejó la jarra de cerveza sobre la mesa justo en el mismo momento en que se abría la puerta de la cafetería y aparecía una chica con una gran melena negra. “¿Ves? Otra señal. Y no me digas que ésta no está clara”. ¿Clara? ¿Qué señal? El camarero dejó la rubia y entró una morena”. Estás fatal.
La miré desde mi posición estratégica, pero… no. No era la chica de la fotografía. Aunque tenía el pelo como ella. Bueno, del mismo color; pero el de la chica de la foto invitaba a sentirlo como una tela sedosa y lleno de movimiento natural y no como una lija.  Claro que también podía ser un efecto de la luz (…que no tenía). Además, esa chica era bastante alta; quiero decir que es difícil pasar por alto algo tan obvio como la altura cuando la chica en cuestión es… “demasiado” alta. A ver… que tú, a veces, eres muy exagerado. ¿Cómo de alta?”. Pues alta tipo… jirafa, tachenka, espagueti, palo, cigüeña, cab… Vale, para, para, que ya lo he cogido. Pero ¿tanto problema te suponía eso?”. Yo sé que en ocasiones tiendo a ser torpe, inadecuado, brusco, poco ortodoxo o políticamente incorrecto, sin embargo, siempre me he vanagloriado de no tener prejuicios. O creía que no los tenía hasta que reparé en que una característica imprescindible que ha de poseer una mujer para que me fije en ella es que sea más baja que yo. Si no es así, la descarto directamente. Sin vaselina ni nada. Pero como estaba convencido de que esa chica no era mi cita, no me preocupé lo más mínimo. Porque no era. ¿O sí? Allí no había nadie más. El caso es que, si cerraba parcialmente los ojos, se parecía a la de la foto. Sí, pero no. Uf… cerré los ojos y pensé: “Por favor, que no sea, que no sea, que no sea”.
Entonces, como si hubiese escuchado mis pensamientos, la chica se giró, me miró, me sonrió y se acercó.
-Hola-dijo-¿eres Eros?
“¿Eros? ¿Desde cuándo te llamas tú Eros?”. Bueno, es que, por el tema de la confidencialidad…  “Sí, ya sé. No quieres que cualquiera sepa tu nombre”. Exacto.
-Sí-contesté-Y tú eres… Iris.
“¡¿Iris?! ¡¿Eros?! ¡¿Es que no lo ves?!”. ¡Vale ya! ¿no?
-Sí-y se sentó-Pues qué bien ¿no?
-Pues sí. Muy bien.
“¿No te dio dos besos? Eso es muy mala señal”. ¡¿Me quieres dejar en paz con las señales?! Es más… ¡¿me quieres dejar en paz en general?!

Y ya sabes… sea el día que sea… ¡que pases un feliz fin de semana!

Comentarios

  1. Y cuando dices que vas a publicar el libro? Ya me tienes en ascuas!!! Reservame uno.

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